sábado, 31 de mayo de 2008

Sabadear

Remolonear
Orgasmo
Zapatillas de casa
Lentillas
Dientes
Zumo de naranja
Pitillo
Jazz
Ducha
Coca Cola
Coche
Familia
Niños
Juguetes
Huevos fritos, patatas, chorizo y cebolla
Lavavajillas
Escondite
Historia
Té rojo
Peli
Conversación
Siesta
Móvil
Amigos
Copas
Otra conversación
Millones de pitillos
Portal
Baile
Ella
Ojos
Debilidad
Cama

Esta es la vida que me importa. Puede que esté más o menos vacía o más o menos llena, puede que esto no me deje en buen lugar en comparación con un adolescente granuloso, o puede que me convierta en un tipo genial. La verdad es que eso me importa un carajo. Estas son las cosas que me diferencian de los animales, que me hacen aparecer como la persona que quiero ser el resto de mi vida, con la gente con quien quiero estar todo el tiempo que vaya a estar.

Esta es mi vida, más allá es imposible.

viernes, 30 de mayo de 2008

Lo suponía (oda a mi ombligo)

Como suponía, hoy me encuentro mejor. Recupero vigor, alegría, samba para el cuerpo, y presteza en piernas y manos. Cualquiera diría que ayer yo no era la misma persona. Pues lo soy.

Es complicado explicar estos cambios anímicos que tengo. ¿Cómo es posible que un trabajo que en principio no me preocupa demasiado pueda ser fuente de tanta tristeza y también de tanta(cuando llega el viernes, claro) alegría ? Imagino que es porque, contra todo pronóstico autocomplaciente, estoy resultando ser una persona normal, y esta cada vez más arraigada convicción me llena de tristeza. No quiero ser normal, nunca lo he querido. Sin embargo, me encuentro con que me gustan las casas grandes, la ropa bonita y las colecciones grandes de discos, pelis y libros que te hacen parecer una persona más interesante de lo que eres. La desgracia está en que para poder comprarlos, no puedo escucharlos, verlas ni leerlos. Menuda estafa.

Siempre he ansiado ser diferente porque la gente que me gusta lo es. Lo son los escritores, en sus casas junto a preciosos ríos y sus pantalones de pana; lo son los directores de cine con su extrema gordura y su extrema delgadez; lo son los músicos con sus instrumentos colgados y, por supuesto, lo son mis admirados amigos Batuka y BA, que pronto harán algo grande. También lo es ella, Rula, con su delirante optimismo y sus prescindibles tristezas. Después (o antes, según se mire), estoy yo. No me gusto, es decir, me gusto en mis intenciones pero me repugno en mi pasividad. No soy capaz de concentrarme en nada, sólo brillo de la forma en la que me gusta hacerlo en determinadas conversaciones lisérgicas y, para eso, apenas recuerdo ninguna. Durante estas conversaciones (dispuesto como estoy a ser sincero), noto que mis interlocutores me miran como diciendo: "y tú dónde coño te metes el 90% del tiempo?". Yo les contestaría de buen grado si supiera hacerlo, les diría aquello de "no se puede ser brillante todo el tiempo". Así soy yo, y cuando me embalo, me encanto. 

Por eso este post se titula oda a mi ombligo. 

Por eso lo único que escribo es un post de vez en cuando, si entendemos que "de vez en cuando" es de año en año.

jueves, 29 de mayo de 2008

Tan desgraciados

Hace tiempo que no escribo nada. Hace ya mucho que he empezado a olvidarme de la disparatada idea de lograr el éxito. Desde la última vez que escribí una entrada en esta bazofia de blog, mi vida ha cambiado completamente. Es curioso cómo en un año todo da la vuelta. 

Hace un año soñaba con tener un trabajo mejor, que me daría una vida mejor, que me convertiría en mejor persona. Hoy he cambiado de trabajo, se ha abierto un nuevo camino profesional para mí, y resulta que todo está cambiando para peor. Antes me desesperaba la imposibilidad y lejanía del cambio. Ahora me acongoja la posibilidad no contemplada antes de no valer para hacer el trabajo que quería. Día tras día compruebo con desesperación que el cambio se me resiste. Quizá la situación no es tan dramática. Cobro todos los meses, no recibo excesivas quejas sobre mi rendimiento y, probablemente, en un mes opine de forma diferente. Hoy, sin embargo, tengo la impresión de llevar demasiado tiempo sin tener la sensación de que soy bueno en lo que hago. Me encantaría ser capaz de llegar al trabajo y dar lo mejor de mí. Me encantaría volver a leer como antes. Me encantaría poder escuchar de nuevo con orgullo el sonido de mi voz. Por ahora no puedo hacerlo. Se me acaban las pilas y las opciones. Pierdo sentido del humor a cada día que pasa, me cuesta reírme de mí mismo y comienzo a desarrollar una impaciencia por el dinero y el éxito que no se corresponde con los méritos personales para conseguir ambas cosas. El mundo se desploma, o no, pero a mí se me está cayendo el alma a los pies. 

Sólo me queda un consuelo: se supone que siempre pueden venir tiempos mejores. El problema es que es posible que estos sean los tiempos buenos. Quién sabe... Seguro que acabo echando esto de menos. Como dijo Oscar Wilde: "aquellos tiempos  felices en los que éramos tan desgraciados...".

Curiosamente, y después de todo el sermón lacrimógeno que acabo de largar, no me cabe duda de que todos los cambios del último año han sido para mejor. Entonces, ¿qué cojones me pasa?