miércoles, 20 de agosto de 2008

Los placeres de la vida I: El licor café

Me gusta el licor café, así, tal cual, sin el "de". Me gusta porque sabe a café caliente aún estando frío y con hielo. Supongo que este efecto se debe al orujo peleón que rezuma.

Estas vacaciones probé el licor café por primera vez, y eso que en la República Dependiente de la que vengo, este licor es casi religión (es algo así como el aurresku de los vascos, por tradicional y por hilarante, sólo que resulta más heterosexual que el señor de los saltitos). Durante años había visto a mis amigos pedirlo a litros, con hielo, sin hielo, antes de comer para abrir el apetito, después de comer para hacer bien la digestión, de resaca para espabilar, al salir de fiesta para emborracharse, en fin, en todas las circunstancias posibles, pero hasta este año no me había convencido. "Si quiero café, pediré café, y si quiero licor, pediré licor, pero qué cojones es eso de tomarlo todo junto", pensaba. "Ni siquiera es el famoso café irlandés, así como muy de Bogart, eso tiene que saber a agua sucia con regustillo a aguardiente". Y mira tú por donde, me equivocaba. EL LICOR CAFÉ ESTÁ BUENÍSIMO.

He estado tres semanas bebiendo constantemente este brebaje, parando para dormir y comer, obviamente, y no siempre para mear. Es la combinación perfecta: el café reconforta y espabila, el orujo emborracha e ilusiona, y así, chupito tras chupito, uno puede pasarse horas hablando sin parar, degustando el secreto mejor guardado de Juan Valdés (el tipo sonriente del burro en los cafetales. Hasta lo del licor café, pensaba que el fulano sonreía porque se tiraba al burro).

Un amigo definió al licor café como "la cocaína de los pobres". No coincido para nada. La cocaína es incómoda, peligrosa, adictiva, y para más inri, es ilegal. Lo bueno del licor café es que puedes estar tomándolo delante de tu madre sin aparente deuda moral.

Y encima sabe bien.

martes, 19 de agosto de 2008

He vuelto

He vuelto de mis vacaciones, unos días durante los cuales no he hecho nada de interés a excepción de dejarme crecer la barba. Quizás incluso este alargamiento del vello facial os resulte poco importante, pero si tenemos en cuenta que el pelo en la cara me hace más interesante, es inevitable deducir que el tiempo de asueto no ha resultado una total pérdida de tiempo.

Nada más que añadir sobre este tema.