miércoles, 10 de septiembre de 2008

Los placeres de la vida II: la autodestrucción controlada

Imaginemos: un día cualquiera. Uno de esos días que preceden a otro día en el que sabes que vas a poder dormir a pierna suelta sin agobios de trabajos ni despertadores. Centrémonos en la noche de ese día: cena abundante, fundamentalmente proteínica, agua a litros, y los primeros cigarrillos de la noche. Una ducha rápida, unos vaqueros, y una camiseta que te pones a marchas forzadas mientras suena el timbre de la puerta. Compañía, hielos y alcohol, quizás algo más. Todo listo para comenzar a castigar el cuerpo.

No soy un alcohólico, esta aclaración es importante, no desde un punto de vista moral, sino porque hace ver que para emborracharme debo beber más que un par de vasos de vino. Me gusta pasarme ciertas noches bebiendo sin parar, fumando como si lo fueran a prohibir, y hablando, cantando, gritando y volviendo a beber. Así hasta muy tarde, tan tarde que ya pasa a ser temprano. Tan temprano que ya puedes ver el estado en que está la casa, con toneladas de humo flotando todavía, pilas de CD´s que representan el desorden como ninguna otra cosa, más incluso que los ceniceros a reventar, los vasos pegados a las mesas y las palomitas flotando en líquidos parduzcos. Me gusta el momento en que soy consciente de lo borracho que realmente estoy, de mi agotamiento físico y mental, de que al día siguiente no voy a poder hacer absolutamente nada. Quizás ni siquiera dos días después pueda hacer nada. En cualquier caso, en esos momentos de destrucción, cuando los días siguientes aún son la noche anterior, encuentro un placer infinito en arrastrarme hasta la cama, sellar la habitación contra todo atisbo de luz, y dormirme sin ser consciente de que me estoy quedando dormido.

Mi respiración, mi corazón y yo.

4 comentarios:

Lola dijo...

genial!
a mi me encanta el momento en que estoy muy muy entonada pero descubro q el proximo vaso es letal. Generalmente, si lo bebo, me voy al otro lado, muero, me siento mal, más q fisicamente me siento como una idiota por haber arruinado la maravillosa borrachera q venía sosteniendo. Me acuesto en la cama y anclo, pongo un pie en el piso e intento dormir

J. dijo...

"Elige la vida, elige un empleo, elige una carrera, elige una familia, elige un televisor grande que te cagas..."

En la nevera dijo...

Sí J, básicamente ese es el hilo argumental de este blog: el asco que me da el mundo cuando estoy sobrio :)

No es nada grave, es sólo que en mis momentos de embriaguez me siento mejor persona.

J. dijo...

la pregunta no es si tú estás sobrio, sino si lo está el mundo. Yo creo que va de absenta desde hace casi un par de siglos...