jueves, 3 de julio de 2008

La boda de mi mejor amigo

Para empezar, perdón por el asqueroso título que remite a aquella asquerosa película, pero resulta que esto es lo que hay. Lo que hay es que este fin de semana mi mejor amigo se casa en nuestra ciudad natal con su novia de toda la vida.

Sí, estas cosas pasan. Un día quedas para tomar unas cervezas, tienes diecisiete años y A., tu mejor amigo, viene a decirte que ya, que por fin, que se ha tirado a una "madurita" de treintaysiete años y que ha sido la hostia. Te lo cuenta con pelos y señales, exactamente como le pedimos que nos lo cuente, y el tipo no cabe en sí de la felicidad que eso le supone. Cuando eres un adolescente, o postadolescente, o como coño se clasifique a un salido entradito en kilos de diecisiete años, te hace mogollón de ilusión tirarte a una mujer de treintaysiete, especialmente si es la primera vez que el sexo llama a tu bragueta, y el revolcón supone quitarte de encima lo que en esos momentos te parece un estigma, o sea, la castidad. El caso es que ese tipo grandullón se casa este fin de semana, diez años después de aquello, con una chica que por muy buena que sea, que lo es, nunca me parecerá suficientemente cojonuda para él. Siete años lleva ya con ella. Qué hijo de puta.

Él es una de las personas fundamentales de mi vida, uno de esos que están en mi lista de elegidos para escapar a Marte cuando todo esto se vaya a tomar por el culo. Nadie mejor que él para contar chistes, o para decir burradas, o para salir una noche de juerga y, doce copas después, comerte una hamburguesa con más aceite que carne, por mucha carne que tenga la susodicha. Es el mejor para la alegría y uno de los mejores para las tristezas, que en estos años ya hemos pasado unas cuantas. Al tipo le gustaba cantar, y jugar al Trivial, y al mus, y al baloncesto. Hace mucho que no hacemos nada de esto juntos, y sólo puedo culpar al tiempo y a la distancia, porque el cabrón de A. siempre está dispuesto para todo.

Hay algo terrible en esa boda que se nos viene encima. Terrible para mí claro, que al fin y al cabo el blog es mío y está para hablar de mí. Supongo que sencillamente se trata de que el tiempo ha pasado, que cuando digo "hace diez años" me estoy refiriendo a tipos que ya eran adultos. Me jode la certeza de que ya nunca más volveré a verle en el medio de una calle intentando hablar con todas y cada una de las tías que pasaban a nuestro lado, sin que yo pudiera parar de reírme. A. es la clase de tío que hace reír a todo el mundo. Hasta a las tías que pasaban a su lado con fingida indiferencia. Para nosotros se acabó todo eso. Ahora que jugamos a ser mayores y no sabemos ni por dónde coño empezar, él ha empezado por la hipoteca y el matrimonio. Y qué cojones, partiendo de la base de que no tengo un jodido condensador de Fluzo para volver a la cervecería y a la conversación sobre las treintañeras calentorras, espero que le vaya bien. Espero que A. y su futura se quieran toda la puta vida como se quieren ahora, y que tengan niños, y que esos niños sean la mitad de cojonudos que él.

A. es uno de los pocos hombres a los que les puedo decir que les quiero sin ruborizarme. No sabes cuánto me alegro de que seas mi amigo, gordo.

¡Vivan los novios!

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