¿Quieres ser creativo? ¿Te apetece presumir de tus brillantes ideas en fiestas y demás reuniones sociales? ¿Tu novia o novio son de los que se quedan embobados con las películas independientes de argumentos peregrinos? o, simplemente, ¿quieres encajar o decidir quién encaja? A continuación esbozaremos los 10 (nótese que lo pongo con número por cuestiones de marketing) pasos más importantes para triunfar como creativo en tu profesión (sobre todo te serán útiles si te dedicas a esa cosa mal llamada "mundo empresarial"):
1- Sé raro: es absolutamente imposible ser creativo si te duchas y te peinas todos los días. Nadie con una camisa blanca inspira la menor confianza a la hora de parir nuevos conceptos. En caso de que tu guardarropa sea excesivamente pulcro, tranquilo, aún hay esperanza. Bastará con que, por ejemplo, arranques una manga a cada una de tus prendas.
Consejo: Muéstrate vulnerable, pues tu futuro profesional pasa por ser diferente: la ropa no es amor.
2- Drógate mucho: como no todo es imagen, es fundamental que no sólo tu armario esté manga por hombro, tu cabeza también debe estarlo. Empieza con sustancias flojas, pero sé creativo desde el primer momento: la cerveza no nos sirve. El cajón de las medicinas es todo un filón, ya que probablemente puedas encontrar en él excitantes y calmantes por doquier. Las efedrinas y el valium pueden ser un gran comienzo, sobre todo si empiezas a llevarlas en un pastillero de alegres colores. Intenta comerte tres o cuatro de cada por día. Sabrás que ha llegado el momento de pasarte a lo duro cuando empieces a sentirte mal con tu régimen diario. Confía en tu cuerpo, él será tu mejor aliado.
Consejo: Según empieces a medrar en tu nueva profesión, recuerda que la apología de las drogas te será de gran ayuda. En caso de que seas uno de esos "tipos sanos", olvida tus miramientos y aprende a liarte porros que después se fumarán los demás. Puedes comentar que dejaste las drogas porque ya no te ayudaban a crear y te embotaban la mente. Sólo hay una cosa más guay que ser un drogadicto, y es precisamente ser un ex-drogadicto.
3- Tatúate: ¿son los bebés creativos? Puede, pero ¿a quién coño le importa? Tu piel de bebé necesita ser adornada cuanto antes con arte corporal o cicatrices de pinchazos. Nadie te tomará en consideración como creativo a no ser que vivas completamente al margen de la sociedad. Los tatuajes que no se ven, no puntúan. Las formas simples sobre la piel pondrán de manifiesto que conservas tu visión infantil de las cosas: bienvenido al mundo mágico de Narnia, donde todo es posible.
Consejo: Unas estrellas junto a los ojos, o una luna con rasgos de anciano gordo pueden marcar la diferencia entre el éxito y el fracaso, entre el yonki y el artista.
4- Trabaja en las sinergias: una vez que has trabajado tu vestuario, tu piel y tus adicciones, es el momento de buscar alianzas estratégicas. ¿Recuerdas tu brazo sin mangas? Sácale todo el partido que puedas: tatuajes, depilaciones estrafalarias e incluso una goma ceñida para marcar las venas son solo algunas de las posibilidades. Sin duda, tu nuevo estilo de vida te permitirá alcanzar nuevas cotas en este sentido. No olvides que, a veces, las ideas más estúpidas acaban siendo las mejores.
Consejo: No te cortes intelectualmente, hazlo físicamente en todo caso, para tener originales cicatrices en tus brazos (si optas por este concepto, evita hundir en exceso la cuchilla, pues un leve corte en la epidermis ya dejará marca).
5- Trabaja tu mirada: en ocasiones, cuando empieces a mostrar tus ideas al mundo, éstas pueden ser rechazadas por pequeños detalles. Sin lugar a dudas, la falta de aplomo puede ser uno de ellos. Si tienes dificultad para decir estupideces sin ruborizarte, no te preocupes, es sólo cuestión de práctica y una buena mirada. Ahora que ya has conseguido una apariencia física y mental apropiada a las exigencias de un creativo, no temas refugiarte en ella para que tus opiniones sean tenidas en cuenta. Completa el aplomo que te da tu nuevo físico con una mirada inquietante.
Consejo: Mira firmemente al receptor de tus pensamiento esforzándote por cerrar los párpados hasta que casi no veas nada. Así sabrán que eres un tío serio y que contigo no se juega. Con este truco, cualquier cosa que sueltes por la boca será tenida en cuenta.
6- Juega en mayoría: quien te haya dicho que para ser creativo es fundamental tener ideas, te ha engañado. Lo más importante, de hecho lo único importante, es que seas rápido descartando las propuestas ajenas: no entres siquiera a valorarlas, pues hay mucho becario listillo que puede intentar fastidiarte. ¿Recuerdas el factor de la mirada? Tan importante como ésta es hacer camarilla con otras personas a la hora de rechazar propuestas. Para ello, no hay mejor opción que la de adornar tu caída de párpados con un ¿por qué? para todo. Para comprobarlo, incluiremos una ficción dramatizada de lo que puede ser tu próximo brainstorming:
- Cliente: necesitamos vender más productos, y acudimos a vosotros en busca de una idea revolucionaria.
- Becario (típico trepa que no cree en tu trabajo y quiere quitártelo): he pensado que podríamos hacer una acción de street marketing. Gente que reparta los flyers mientras baila y...
- Tú: ¿por qué?
- Becario (no subestimes las inseguridades de estos personajes): ...
- Director: Eso es, mejor vamos a trabajar primero el concepto.
Consejo: Así de sencillo. Un ¿por qué? bien estructurado y dicho de forma natural puede posicionarte de forma inmejorable como creativo.
7- El inglés: ¿cojeas con el inglés? Tanto si la respuesta es afirmativa como si es negativa, en realidad da igual. Hay ciertos conceptos que debes repetir constantemente en las reuniones para dejar claro que estás en la vanguardia de lo moderno. Hay otros, pero los siguientes son los fundamentales para empezar:
(Definiciones incluidas en el paquete ampliado del curso)
Astroturfing, buzz, brainstorming, breafing, tuning, timing, marketing, viral action, learning, manager, reflecting, crisis (pronunciado craisis), loan program, seeding, etc. Empieza a decirlas de forma aleatoria, pues te darán un plus de conocimiento frente a los demás, independientemente de que lo tengas o no. Ej.: El briefing tendrá un buzz aplicable a marketing. El timing para el manager no pasará del brainstorming.
Consejo: Las combinaciones son infinitas. Atrévete a reforzar el mensaje con contenidos impactantes en tus camisetas. De nuevo, aprovéchate del trabajo creativo de los demás.
8- Profesionalízate: evita trabajar en vano. Tú eres un creativo, un profeta, Mahoma llamando a la montaña. Sería absurdo que, además de iluminar el camino, tuvieras que construirlo. El trabajo supone un desgaste inncesario para tu boyante creatividad. Todos lo entenderán y te admirarrán por ello.
Consejo: En caso de que aún alguien te exija implicarte en la ejecución, deduce que has hecho algo mal. Quizás sea un problema de caracterización, y tendrás que asumir que es el momento de explorar el campo de los tirantes y el sombrero de ala corta. Mano de santo.
9- Desarrolla tu sentido del humor: por el motivo que sea (que aquí desconocemos) se ha instaurado en la sociedad el cliché de que un creativo debe ser una persona graciosa. Si consigues llevar tu humor hacia un terreno absolutamente ofensivo para los demás, habrás ganado mucho. Algunos de los "hot topics" (añade este concepto al apartado 7) en este sentido serán necesariamente: machismo recalcitrante, antisemitismo, racismo y clasismo extremo, y la joya de la corona, el sexo en todas sus variantes. Por algún motivo que aún no ha sido estudiado en profundidad, la proliferación de estos comentarios ofensivos no sólo despierta la risa en los demás, sino que también deviene en un extraño sentimiento de respeto hacia quien los profiere, dotándole de un aura exactamente opuesta a aquello que expresa. Por ejemplo, si dices "todas las judías son unas zorras" mientras ves La lista de Schindler, tus compañeros de visionado asumirán inmediatamente que eres una persona creativa y muy alejada de cualquier planteamiento nacionalsocialista, y por lo tanto, reirán con alborozo todos tus comentarios subsecuentes.
Consejo: A poco que desarrolles lo que aquí conocemos como "tonalidad irónica", podrás salir beneficiado al decir todas las barbaridades que se te pasen por la cabeza.
10- Odia a tus congéneres: ésta es la clave absoluta del buen creativo. Abuchea a tu entorno, zancadillea a las ancianas, escupe a los bebés. Detesta todo aquello que consiga una mínima consideración social y siempre lograrás ser "el diferente". Citaremos como ejemplo la siguiente situación: si quieres que te suban el sueldo, no tienes más que despreciar el dinero. Con comentarios del tipo "la sociedad sólo entiende de dinero" o "trabajo por pasión, me insultas hablándome de dinero", lograrás que te dupliquen el sueldo en menos de dos meses.
Consejo: desprecia al mundo como el mundo te desprecia a ti. Los creativos no tienen amigos, sólo followers (vocablo a incluir también en el apartado 7).
Cuando hayas cumplido y ensayado todo lo anterior, y tengas un buen sueldo, una gran reputación como creativo y toda la parafernalia, no olvides hacer tu contribución económica al creador de esta lista. Desprecio la pasta y te desprecio a ti, pedazo de mierda, pero debo darte un último consejo: las ideas se acaban, así que pilla todo el dinero que puedas por el camino antes de que esos becarios hijos de puta aprendan a aguantarte la mirada.
lunes, 5 de octubre de 2009
martes, 26 de mayo de 2009
Todos nos equivocamos
El niño que llega desconsolado a casa, con los mocos resbalándole por la barbilla.
La madre que lo abraza y le pregunta "¿qué te pasa, pequeñito?" mientras le ayuda a sonarse. Al momento, con la presión del pañuelo en su nariz diminuta, el niño se deshace en llanto y gritos.
La madre, que ya intuye lo que pasa, le pregunta "hijo, ¿te has metido algo por la nariz?"
El niño, que no soporta más la presión psicológica (todos tenemos un límite), confiesa que su hermano pequeño, un bebé de apenas veinte meses al que odia y quiere con una pasión sorda, le ha metido una piedra por la nariz.
"No me mientas" dice la madre. "Él es muy pequeño para hacerte eso. ¿Te has metido una piedra en la nariz?"
Al fin, al comprobar que su estrategia ha sido descubierta, y temeroso de que la piedra se quede ahí para siempre, se rinde como el hereje ante el inquisidor, aumentando al mismo tiempo el volumen de sus gritos y la intensidad de su desconsuelo.
La madre, experta ya en estas lides, retira el pedrusco con un bastoncillo. Es una piedra enorme, al menos comparada con la nariz del pequeño.
- ¿Me perdonas, mamá?
La madre, viendo la ocasión perfecta para dar una de esas lecciones atemporales que sólo las madres saben dar, le consuela "claro hijo, todos nos equivocamos. Yo también me equivoco a veces. Lo más importante es que cuando te equivoques me lo cuentes, ¿vale?".
- Vale. ¿Tú también te equivocas, mamá?
- Sí, yo también me equivoco.
El niño, sorprendido y agradecido por el compañerismo que ha surgido entre ambos, ya sin lágrimas ni recuerdo de las mismas, se dirige a su madre con cara de compadreo:
- Mamá...
- ¿Sí pequeñito?
- ¿Tú también te metes piedras por la nariz?
La madre que lo abraza y le pregunta "¿qué te pasa, pequeñito?" mientras le ayuda a sonarse. Al momento, con la presión del pañuelo en su nariz diminuta, el niño se deshace en llanto y gritos.
La madre, que ya intuye lo que pasa, le pregunta "hijo, ¿te has metido algo por la nariz?"
El niño, que no soporta más la presión psicológica (todos tenemos un límite), confiesa que su hermano pequeño, un bebé de apenas veinte meses al que odia y quiere con una pasión sorda, le ha metido una piedra por la nariz.
"No me mientas" dice la madre. "Él es muy pequeño para hacerte eso. ¿Te has metido una piedra en la nariz?"
Al fin, al comprobar que su estrategia ha sido descubierta, y temeroso de que la piedra se quede ahí para siempre, se rinde como el hereje ante el inquisidor, aumentando al mismo tiempo el volumen de sus gritos y la intensidad de su desconsuelo.
La madre, experta ya en estas lides, retira el pedrusco con un bastoncillo. Es una piedra enorme, al menos comparada con la nariz del pequeño.
- ¿Me perdonas, mamá?
La madre, viendo la ocasión perfecta para dar una de esas lecciones atemporales que sólo las madres saben dar, le consuela "claro hijo, todos nos equivocamos. Yo también me equivoco a veces. Lo más importante es que cuando te equivoques me lo cuentes, ¿vale?".
- Vale. ¿Tú también te equivocas, mamá?
- Sí, yo también me equivoco.
El niño, sorprendido y agradecido por el compañerismo que ha surgido entre ambos, ya sin lágrimas ni recuerdo de las mismas, se dirige a su madre con cara de compadreo:
- Mamá...
- ¿Sí pequeñito?
- ¿Tú también te metes piedras por la nariz?
viernes, 17 de abril de 2009
El éxito
Discúlpeme, quien aún lea esto, por no dejarme caer más por este fondo negro. Ya saben: el trabajo, la caja tonta, algunos proyectos inacabados y otros incipientes (que probablemente terminen en lo mismo), me han tenido relativamente entretenido los últimos meses. Es precisamente este asunto de los proyectos lo que trae de nuevo a este valiente anónimo a la palestra, y es que empiezo a estar cansado antes de empezar. No soportaré otro par de años sin, al menos, un pequeño éxito que llevarme a la boca.
No hablo aquí de una subida de sueldo o un ascenso (no me malinterpreten, tampoco haría ascos a estas posibilidades), hablo de un éxito de esos que tienes en el cole cuando leen en alto tu redacción, o cuando recuerdas el nombre "del actor ese" que todo el mundo tiene en la punta de la lengua. Hablo de eso pero a lo grande: un premiecito por aquí, una palmada de confianza de uno de los que deciden por allá, y todo eso que tan bien hacen sentir a la estrella mundial que pugna por salir de mi irregular cuerpo. Quiero pasta, quiero reconocimiento, quiero caminar por la calle como si el roce de mis suelas contra la acera sonara como la banda sonora de Rocky. Ya sé que soy un coñazo y que para tener éxito hay que hacer cosas, y lo del sacrificio y bla, bla, bla. Ahora estoy haciendo cosas, y me horripila la idea de que estas cosas (que ahora mismo son lo mejor que yo sé hacer) no sean lo suficientemente buenas/comerciales/socialmente aceptables como para que me valgan la deseada palmadita en la espalda.
Este soniquete que no hago sin repetir con diferentes grados de optimismo lleva retumbando en el sótano de mi cuero cabelludo unos cuantos años ya, y la verdad es que no sé por qué coño lo necesito tanto. Por un lado aborrezco a mis congéneres, deseándoles la peor tortura del chino más malencarado de entre los que habitan el zulo más infecto del más inmundo de los edificios en ruinas (perdón un momento que respire.... ya). Por otro lado, deseo con todo mi ser que esa sociedad detestable me acoja y me encumbre como el más listo entre los bobos, como a ese famoso tuerto que reinó entre los ciegos (y con esto no me refiero al presidente de la ONCE).
¡Queredme diminutos salvajes! ¡Queredme y pagadme para demostrar el amor que profesáis a vuestro rey!
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martes, 31 de marzo de 2009
Jim se muda
A partir de ahora, podéis seguir las andanzas de Jim McGarcía en http://www.gentedigital.es/blogs/bocadosdebiagra. Esta es una mudanza parcial, ya que mis personales inconstancias seguirán apareciendo en la nevera.
miércoles, 14 de enero de 2009
En las piscinas vacías de los asesinos huele a madreselva
Tras este título pretencioso se esconden dos de las mejores frases del género negro, ambas paridas por Raymond Chandler con diferentes destinos. Por un lado, tenemos la mítica frase de su novela "El largo adiós", todo un clásico del género en el que podíamos leer entre otras muchas genialidades: "No hay nada tan vacío como una piscina vacía". La otra parte del título pertenece a la película "Perdición", cuyo guión lo escribieron mano a mano Chandler y el director Billy Wilder, y en la que el protagonista y su sombrero dicen "El asesinato huele a madreselva". Ese mundo es el que me cautiva en estos momentos más que ninguna otra cosa, si exceptuamos una mezcla de té conocida como Gracia Blend Red y que es una auténtica maravilla.
Llevo un tiempo metido de lleno en el cine negro, única temática en la que, con el mismo material de partida, el cine sabe ser mejor que la literatura. Ahí tuvimos al ya citado Raymond Chandler, un genio a la hora de poner frases lapidarias en boca de su mítico Phillip Marlowe, o a Dashiell Hammett, imaginando problemas y más problemas para su Sam Spade, y todos ellos, en realidad, encendiendo un cigarrillo tras otro en la boca de Bogart, con su sombrero y su gabardina, definiendo la honestidad por contraste con banqueros, políticos y productores de cine.
Amo ese mundo por encima de todos los demás: mujeres fatales que saben cantar, abofetear, beber y volver loco a un hombre; hombres duros, de vuelta de todo y un poco más, alcohólicos, fumadores y justicieros, que sólo hablan de ellos mismos y con poco detalle. Cuendo era pequeño yo quería ser uno de esos y ligarme a las chicas que se ligaban ellos. También me hubiera valido ser John Wayne, pero esa es otra historia. Supongo que es inevitable sentirse atraído por un mundo en el que no hay nada que no se pueda arreglar con un whisky con soda en una barra solitaria.
Mi Jim McGarcía nace de ese mundo, aunque lógicamente esté salpicado por años de sitcom americana y mala leche gallega. En estos días de frío y nieve, en los que me pregunto en dónde está el Paco de Jim para poder contarlo, no puedo evitar pensar que, esté donde esté, allí olerá a madreselva, a pólvora y a Chanel No. 5.
Llevo un tiempo metido de lleno en el cine negro, única temática en la que, con el mismo material de partida, el cine sabe ser mejor que la literatura. Ahí tuvimos al ya citado Raymond Chandler, un genio a la hora de poner frases lapidarias en boca de su mítico Phillip Marlowe, o a Dashiell Hammett, imaginando problemas y más problemas para su Sam Spade, y todos ellos, en realidad, encendiendo un cigarrillo tras otro en la boca de Bogart, con su sombrero y su gabardina, definiendo la honestidad por contraste con banqueros, políticos y productores de cine.
Amo ese mundo por encima de todos los demás: mujeres fatales que saben cantar, abofetear, beber y volver loco a un hombre; hombres duros, de vuelta de todo y un poco más, alcohólicos, fumadores y justicieros, que sólo hablan de ellos mismos y con poco detalle. Cuendo era pequeño yo quería ser uno de esos y ligarme a las chicas que se ligaban ellos. También me hubiera valido ser John Wayne, pero esa es otra historia. Supongo que es inevitable sentirse atraído por un mundo en el que no hay nada que no se pueda arreglar con un whisky con soda en una barra solitaria.
Mi Jim McGarcía nace de ese mundo, aunque lógicamente esté salpicado por años de sitcom americana y mala leche gallega. En estos días de frío y nieve, en los que me pregunto en dónde está el Paco de Jim para poder contarlo, no puedo evitar pensar que, esté donde esté, allí olerá a madreselva, a pólvora y a Chanel No. 5.
martes, 30 de diciembre de 2008
Todo pasa y todo queda
Con esta frase de Antonio Machado (letrista de Serrat, 1875-1939), pretendo ilustrar lo que esa enfermedad pasajera llamada Navidad representa para mi yo adulto. Recién aterrizado en la capital del Reino tras mi fugaz paso por la tierra madre, me apetece hacer balance (palabra estrechamente ligada a la Navidad, del mismo modo que aparatoso está atada a vendaje) de lo que allí me encontré:
- Una familia que de un tiempo a esta parte está en constante reconstrucción, intentando recuperarse de la puñetera vida sin aparente mejora. La buena noticia es que aún nos queremos todos a pesar de que no nos aguantamos.
- Unos amigos de toda la vida pugnando porque nuestros encuentros sigan siendo algo más que un compromiso de vacaciones, y unos enemigos de toda la vida intentando ser cada año más malos que el anterior. Menos pelo y más tos en casi todos ellos.
- Unos amigos recientes que jamás podrán sustituir a mis compromisos con los amigos pasados. Pero es buena gente.
- Regalos de cumpleaños, regalos de Navidad, regalos de Papá Noel y nostalgia de Reyes Magos, esos grandes desempleados.
- Nostalgia a raudales, de esa tan jodida que incluso alcanza a que eche de menos hasta los últimos cinco minutos que han pasado.
- Humedad que hace que la nostalgia y los virus calen desde el pecho hasta la espalda. Mierda para la humedad.
- Horas de sueño. Pero que muchas horas.
- Los niños, dejando claro que la Navidad empieza y acaba en ellos. Los que están ahora y los que fuimos nosotros hace tiempo.
- Recuerdos y más recuerdos, que por pasados siempre son mejores. La Navidad está pensada para que todos pensemos en lo que hemos perdido por el camino, lo que intentamos conseguir y no conseguimos, y lo que no quisimos ser y sin otro remedio somos. Con este panorama, no nos queda sino gastar dinero y comer.
- Comida a raudales. Casi siempre riquísima.
- Más nostalgia.
- Alcohol, cómo no. Casi siempre malísimo.
- Y lo que queda.
Dicho esto, y después de aburrir o incitar al suicidio al paciente lector, sólo me queda decir que si algo me jode en el mundo es el puñetero topicazo de "no me gusta la Navidad. Me pone triste". A mí me gusta la Navidad, aun con todo lo anterior, es el único momento del año en el que parece que la humanidad se esfuerza por tocarle menos la bisectriz al que tiene al lado. Por sí mismo, eso ya vale la pena.
Además, volviendo a citar al célebre letrista Machado, lo nuestro es pasar, y lo pasado, pasado está.
Feliz año a todos.
P.D.: ¿alguien conoce algún mérito de Manuel Machado aparte de sus lazos familiares?
viernes, 31 de octubre de 2008
El infierno existe y está en un primero izquierda
Vaya, cuánto tiempo sin escribir nada aquí. Es lo que tiene llegar a las 1900 visitas peladas (de las cuales unas 1700 son mías, ávido de encontrar comentarios nuevos a mis miserias), y es que la fama se me sube a la cabeza y me embota la imaginación y los dedos para escribir. Cuántos días me he pasado hueco pensando en la próxima entrada de mi nevera, soñando con posts brillantes e imaginativos, que no repararan en exquisitos vocablos ni deliciosas e hilarantes metáforas. Días perdidos, en los que no me he dado cuenta hasta ahora (bueno, hasta hace una media hora), de que ese no es mi estilo, de que este es mi blog y me gusta como es, de que las aspiraciones de brillantez, en definitiva, mejor me las guardo para una futura reencarnación.
Total, que ahora que ya estoy otra vez metido en faena, y que voy a continuar escribiendo aquí lo primero que se me venga a mis cuatro dedos de frente, os voy a explicar lo que significa el título de este post (reconoceréis que, al menos, el título tiene gancho ¿eh?). Vamos a poner un pelín de misterio y a empezar al estilo de las pelis baratas de terror:
Todo comenzó en una noche oscura, la que precedía al Día de todos los santos, como en una conjunción astral en la que los vivos se acercan a los muertos... Y entonces entré en la tienda de disfraces para recoger un disfraz de jockey que voy a emplear en un absurdo y desesperado proyecto cinematográfico (pero qué rápido pierdo la tesión, y qué pronto me voy al paréntesis).
Pues sí, en Jalogüin, se me ocurrió meterme junto a BA (ver entradas anteriores) en una especie de trampa mortal situada en un primero izquierda de una calle de Madrid, con el objetivo de recoger el famoso traje de domador de jamelgos, que previamente había reservado por teléfono, desconocedor, todavía, de que mi reserva coincidía con uno de los dos únicos días ajetreados del año en una tienda de disfraces.
Todo se resume, si es que resumir es posible en este endemoniado post, en que una vez en el garito de turno, nos vimos sorprendidos por una turba de urgentes demandantes de vestuario siniestro, entre los que no faltaban trajes de Bitelchús, novias cadáver, y un número indeterminado de desgraciados que veían en este día una posibilidad de triunfar (en el sentido sexual de la palabra) vestidos de fantasmas de la ópera. Sin saber muy bien cómo, aparecí encerrado en el escasamente desinsectado cuarto de baño del lugar, intentando embutirme en unos pantalones de mujer y unas botas a todas luces demasiado altas, incluso para un oficial de la Gestapo. La puerta constantemente golpeada por operísticos fantasmas deseosos de fardar de fajín delante del destartalado espejo del baño, un dependiente obsesionado con ofrecerme chisteras a cada cual más diminuta que la anterior (o eso quiere pensar mi proporcionada cabeza), gritos, gritos y más gritos. Me falta talento y mala baba para describir exactamente en qué se convirtió semejante berenjenal. Sólo puedo advertir a todo aquél que aún lea este abandonado blog de que jamás, pero en plan nunca, se os ocurra meteros en una tienda de disfraces que no esté a ras de acera.
El infierno existe y está en un primero izquierda (me regodeo).
Avisados quedáis.
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