martes, 10 de junio de 2008

¿De qué estamos hechos?

He dejado de fumar. Craso error.

Estoy fatal. Hace sólo una semana que no fumo y ya me encuentro infinitamente peor que antes de dejarlo. Por lo que leo por ahí, parece ser que eso significa que todo va bien. Y un carajo. Paso a enumerar lo síntomas que me aflijen:
- Me mareo.
- No puedo concentrarme, incluso menos que antes.
- Toso como un perro (como un perro que tosa, claro).
- Duermo terriblemente mal, y esto me mortifica, pues dormir era una de las pocas cosas que se me daban bien.
- Estoy enfadado. Mucho. Tan enfadado estoy que empiezo a temer por mis ya de por sí escasas relaciones personales. Dentro de poco creo que van a tener que ponerme un bozal, de ese modo, el mundo se libraría de mi tos de perro y de mis mordiscos de perro.
- La comida, la bebida, el sexo, las películas, la música y las conversaciones han cambiado. No sé si son mejores o peores, pero está claro que son diferentes. Me gustaban de la forma en que eran antes, o lo que es lo mismo, me gustaban más cuando eran perjudiciales para mi salud.
-  Todos estos síntomas, como los mandamientos, se resumen en uno solo: soy una persona diferente cuando no fumo, pero me gustaba más cómo era antes. 

Estoy francamente jodido.

La gente no para de decir en todas partes que el tabaco es sólo un mal hábito, algo que te hace oler mal y ponerte enfermo, y que no lo necesitas para ser feliz. De hecho, lo único que te hace el tabaco es quitarte años de vida. Ya, ojalá... Con el tabaco se me ha ido una parte de mí mismo, algo que en cierto modo me representaba y con lo que me sentía cómodo, algo que aún me acercaba a mi adolescencia, y a la madurez de Bogart, y a la vejez de Clint Eastwood, a cosas que podríamos englobar dentro del concepto "rebeldía amable". Joder, cómo me gustaban los pitillos de antes y los de después de cualquier cosa que valiera la pena. 

Me persigue una pregunta: ¿hasta qué punto es el tabaco parte de mí? ¿Sería yo el mismo tipo si no hubiera fumado un pitillo en mi vida? Lo que más me abate no es asegurar que, sin duda, sería distinto. Lo que me tortura es SABER que sería peor. ¿De qué estamos hechos? Sólo respondo por mí: yo estoy hecho de recuerdos, conocimientos, sensaciones, los tradicionales huesos, músculos y grasas y, qué cojones, de tabaco, de todo el puto humo que me ha cabido en los pulmones mientras que ha durado.

Por cierto, lo dejo voluntariamente. El cabrón del médico no ha tenido nada que ver en esto.

2 comentarios:

Chafan dijo...

Si, pues ya dirás a ver cómo te comes ahora la ansiedad ahi que la tendrás por todo lo alto. Muy jodido. Yo con decirme a mi misma que cuando me de la gana soy capaz de dejarlo, con esto voy servida. Y me lo digo eh, vaya que si me lo digo.

M dijo...

Es hermoso lo que escribes. Decadente como los sándwiches de nocilla tan dulces que hacen que te duelan las encías.

Con tu permiso, seguiré pasándome por aquí.

Suerte con lo de dejar el tabaco. Piensa que cuando se te pase el mono, podrás pasearte por el mundo con esa cara de asco y superioridad moral de los no-fumadores.